lunes, 11 de agosto de 2008

A little boy in scene


"When the music is over, turn off the lights". La música nunca se va a apagar y el singer jamás dejará de entonar esas líneas que separan la realidad de la fantasía.
He aquí a un reggaeboy que sabe moverse entre la sombra de luz que parece descender desde los cielos en pleno ritual de adoración hacia cualquiera de los dioses de la medianoche. Pero por un momento, sólo hay dos almas y una persona en medio de una multitud silenciada. Él y él... nada más que un momento de soledad compartida.
No hay movimiento, sólo la imaginación de quienes pueden ver lo que quieren en medio del trance melancólico de los que hablan desde el corazón de unas cuantas notas. Gimen, lloran, saltan y olvidan, para volver a recordar como era ese grito enmudecido desde lo más profundo de sus gargantas.
No existen tiempos ni tiempo cronológico que pueda contextualizar esta fantasmagoría que parece crecer con cada movimientos de sus pies, de sus manos, de sus pelos... de alguien que quiere ser ellos, de alguien que quiere ser.
He aquí este muchacho que nunca dejará de serlo, porque la música nunca envejece y él lo sabe tanto que ya no hay una dualidad, sino uno mismo; un ser.
Pero de repente, las luces deben apagarse para que su figura quede en la imaginación de quienes fueron testigos de tanta osadía.

A mi amigo Marcelo.

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